Pensamiento

La creación artística no se puede imponer, precisa ser mirada con humanidad, tratando así de suscitar un diálogo personal, una suerte de confidencia interior, en la que el arte trabaja de mediador.


  • Uno de los grandes valores que aporta una auténtica obra de arte es que siempre nos interpela, nos habla y nos permite ver algo que está más allá de los sentidos, de la vista con la que la contemplamos. El esfuerzo que el artista realiza por elevarse por encima de los límites materiales de sus propias creaciones, consigue que su pintura acabe venciendo la resistencia de la naturaleza, para comunicarse con el espectador, a través de un diálogo intenso y trascendente.
  • El artista no quiere -no puede!- constreñir la imaginación del espectador, no quiere desvelar mensajes cifrados o escondidos. Ni siquiera pretende que sus obras se sometan a un análisis intelectual. Lo que realmente importa es que el espectador siga el impulso que, con mayor o menor expresividad interior, pone su espíritu en vibración. El arte entonces influye en nuestra sensibilidad general y no exclusivamente sobre la razón. Con suavidad en algunos casos, con ímpetu en otros, la obra interpela en lo más profundo del alma. Junto a las leyes de la pura creación artística, junto a las más profundas, y a veces inexplicables, intenciones del artista, existe ese momento dinámico interior, esa fuerza emocional, que permite al espectador seguir su desarrollo propio, personal, único, con el que él mismo concluye la significación más auténtica de la obra. Así se entiende que las obras de arte surgen de esa doble intuición humana, una intuición que en ambos casos ha sido alimentada con muchas horas de reflexión personal, con una vida transitada con pasión.

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